Esta especial época del año suele generarnos sentimientos contradictorios. Por un lado, compartir el final de una etapa con nuestros seres queridos, planear proyectos y proponernos objetivos para el año que comienza nos llena de alegría, fuerza y esperanza.
Por otro lado, debemos terminar en tiempo récord una tonelada de trabajo acumulado, organizar los festejos de navidad y año nuevo, a la vez que buscamos actividades para entretener a los niños durante el receso escolar.
Como si esto fuera poco, tenemos que mantener la casa impecable para recibir a la oleada de familiares y reducir al mínimo sus tradicionales críticas acerca de la limpieza, el orden y la decoración.
No es de extrañar que el año nuevo nos encuentre ¡completamente agotadas! ¿Cómo prepararnos para esta “batalla final” y atravesar la vorágine sin que nos venza el stress?
Lo más importante es mantener la mente lo más liberada posible. La agenda pasará a ser tu mejor amiga, tu asistente personal, tu confidente y tu psicoterapeuta, a la vez que funcionará como una suerte de disco externo de tu cerebro.
También es conveniente establecer prioridades, descartar lo que no sea absolutamente necesario resolver y concentrarnos en lo que no puede posponerse. Algunas actividades que, sin importar lo ocupadas que estemos, no pueden faltar son: dormir, comer y darse una ducha de vez en cuando.
Una gran manera de no perder la cabeza es proponernos metas a corto plazo, reemplazar “¿Qué debo hacer esta semana?” por “¿Qué debo hacer en las próximas horas?”.
Luego de días agotadores, es esencial encontrar un momento para relajarte y desconectar tu mente. Puedes quedarte en casa, ordenar una pizza y ver una película de comedia, o encontrarte con tus amigas (pero asegúrate de no ser tú quien debe organizar la salida).
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